jueves, 5 de julio de 2007

* Hacia una crítica de la razón científica - Mauricio Cajas

Por:
Mauricio Alberto Cajas Díaz.-

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A modo de introducción

Hoy en día, nadie que pretenda situarse dentro de los estrechos límites de lo que denominamos “normalidad”, osaría refutar la opinión especialista de un médico con respecto al diagnóstico de un paciente, ¡menos aún si este diagnóstico está apoyado por una prueba tangible como, por ejemplo, una radiografía que avale la opinión del doctor!.

De hecho, en nuestra cultura occidental, la mayoría de las personas –por no decir todos ya que puede parecer muy pretencioso- alguna vez hemos acudido a la consulta de un especialista médico buscando el alivio de algún problema físico que nos aqueja. A lo menos, hemos ingerido algún medicamento, compuesto de productos químicos de los cuales ni siquiera conocemos su procedencia ni composición.

Ninguno de nosotros encontrándose en medio de un terremoto, atribuiría ese movimiento precipitado de la tierra a fuerzas sobrenaturales o espíritus malignos que pretenden castigarnos por nuestro comportamiento como raza humana. Al contrario, nos apresuraríamos a argumentar que tales movimientos se producen por la colisión o actividad sísmica de algo llamado ‘placas tectónicas’ que se encuentran a cierta profundidad en algún punto específico de nuestro planeta, además para completar el cuadro y demostrar cuanto sabemos del mundo en que habitamos, diremos que tales placas son 12 en el mundo. ¿Quién podría resistirse a dar crédito a tal afirmación?. Sin embargo, ¿hemos corroborado en persona la existencia de tales placas?.

En ambos casos descritos anteriormente encontramos operando, de nuestra parte, una fe ciega en lo que denominamos razón científica, que para nuestros días vendría a constituir lo que constituyó la fe religiosa en otras etapas de nuestra historia, como la Edad Media. Es decir, la ciencia es la religión de nuestros días, ésta vino a entronizarse como la deidad de la Modernidad.

Esta ferviente fe se hace aún más patente en las ciencias duras que nos vienen a demostrar con cifras exactas y reales los resultados, producidos en su ámbito de estudio. ¿Quién puede dudar de la veracidad de un cifra?. ¿No es una unidad de medida lo suficientemente objetiva como para que alguien dude de ella?. Después de todo un metro representa un metro bajo cualquier circunstancia. Pero ¿quién definió tal unidad de medida?¿Bajo qué parámetros se definió?:

La Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, con el entusiasmo por lo que creían que constituía el inicio de una nueva era, trató de romper las ataduras con el orden antiguo.

Una de las principales decisiones consistió en unificar las medidas de longitud y, dependiendo de éstas, las de superficie, volumen y masa.

La comisión encargada de definir el nuevo sistema de unidades, de base decimal, estaba formada por científicos de la talla del químico Lavoisier, y de los astrónomos y matemáticos Lagrange y Laplace.

La vocación de universalidad del nuevo sistema les llevó a adoptar como a referente algo que pudiera ser considerado como propio por toda la humanidad, las dimensiones de la Tierra.

Para efectuar las medidas más precisas de nuestro planeta se comisionó a dos científicos, Delambre y Méchain, para que calcularan con exactitud la distancia entre París y Barcelona y, a partir de dicho cálculo, la longitud del meridiano terrestre.

Gracias a la tarea realizada por ambos grupos, unos años más tarde se definió la unidad fundamental de longitud, el metro, como la diez millonésima parte de la distancia entre un polo y el Ecuador.” 1

Suponiendo que el lector se encuentra de acuerdo, aunque sea en un grado mínimo, con los enunciados anteriores o a lo menos suscribe las mismas dudas, podríamos preguntarnos ¿es posible realizar una crítica a la ciencia en los fundamentos que constituyen su base o debemos seguir creyendo ciegamente en su ilimitado progreso? ¿Será la ciencia la encargada de brindarnos todas las respuestas que, como seres humanos, buscamos? ¿La ciencia está exenta de elementos políticos que pudieran sugerir algún tipo de manipulación de nuestra conciencia?. Ante esta última interrogante podríamos responder con una contra-pregunta: ¿Qué de político puede tener una fórmula matemática?, pi es 3.14159265 en cualquier lugar del mundo en que nos encontremos. ¡Pero cuidado, tal vez nos encontremos con más de una sorpresa...!

En el contexto de la Modernidad totalizante que, al parecer, cubre todos los aspectos de nuestra existencia, ya sean éstos culturales, sociales, económicos y políticos; nos encontramos entonces, en primera instancia, con el problema de determinar si existen otras formas posibles de conocer, ver y vivir el mundo.

Deconstruyendo la realidad en la búsqueda de un concepto: religión.

Si en la búsqueda de “otra realidad posible”, nos decidimos, a la manera que propone Jacques Derrida en su texto “Fe y saber”, abstraernos, o por lo menos pretender abstraernos, de todas nuestras concepciones para lograr definir un concepto que parece tan cotidiano e identificable a primera vista, como es la religión; nos encontramos con que debemos despojarnos de muchos elementos que creemos precomprender como son el idioma, la percepción espacio-temporal, la idea de ciencia, la forma de generar relaciones sociales, entre otros. En definitiva, si logramos desprendernos de todos estos elementos que son culturalmente adquiridos, despojarnos de nuestra historicidad, nos encontraremos en medio de un desierto, desnudos y/o desnudas2. Una abstracción radical podría llevarnos a lo que me arriesgaré en denominar un estado de vacío cultural.

Acerca de la abstracción del lenguaje, Derrida plantea que el idioma constituiría un punto de partida en la definición de todos aquellos elementos culturalmente adquiridos. Apelando a lo que Heidegger llama Faktum del léxico del ser, según el cual creemos precomprender el sentido de las palabras que articulan nuestro lenguaje, ¡erramos al confiar ciegamente en la fiabilidad absoluta de la palabra, en tanto lengua común de un grupo cultural!. Esto ya que el idioma es “indisociable en primer lugar del vínculo social, político, familiar, étnico, comunitario, de la nación y del pueblo”3. En otras palabras confiamos y confinamos nuestra idea de mundo al idioma. Planteado en términos más simples, el idioma no da cuenta de todos los fenómenos que apreciamos en la realidad, ya que existen particulares sensaciones, situaciones, emociones, relaciones que el idioma no puede definir. Fenómenos que un individuo no sería capaz de conceptualizar, no por falta de conocimiento de su lengua materna, sino porque simplemente ésta no contempla tal fenómeno. Al respecto, y para graficar la situación, podemos señalar que en nuestra sociedad, a los hijos de nuestros tíos y tías -que a su vez son hermanos y hermanas de nuestra madre o hermanas y hermanos de nuestro padre- los denominamos “primos hermanos”, estableciendo con ellos un mismo lazo de parentesco, ello independiente que pertenezca a nuestro grupo materno o paterno. En cambio, al estudiar desde una perspectiva antropológica ciertas sociedades cazadoras-recolectoras contemporáneas, nos sorprendemos al encontrar que el lazo de parentesco establecido con los “primos” maternos es muy diferente al que se establece con “primos” paternos, llegando incluso a permitir el matrimonio con unos y prohibiéndolo con otros. La antropología denomina “matrimonio matrilateral de primos cruzados” aquella regla de matrimonio que permite la unión del sujeto con un primo del grupo de la madre 4, sin embargo, el hecho de que la antropología lo estudie y defina no significa que tal relación se pueda extrapolar a nuestra cultura, aquella relación de parentesco no está definida en nuestro idioma. ¡Nuestros primos son nuestros primos y punto!

Pues bien, con respecto a la abstracción de la percepción espacio-temporal baste con señalar como ejemplo las diferencias radicales existentes entre el calendario gregoriano, utilizado actualmente en la mayor parte del mundo, y el calendario maya. El primero, considera la existencia de 12 meses que tienen de 28 a 31 días. El segundo, un calendario solar o haab compuesto de 18 meses de 20 días y un mes adicional de 5. 5 Además, nuestra (occidental) percepción del tiempo es más bien lineal mientras que los mayas tenían una concepción circular del tiempo: cada 52 años se cerraba un ciclo, comenzando otro donde se repetían los acontecimientos. Por lo tanto, podemos suponer que la percepción que del paso del tiempo, del acontecer, que tiene un sujeto contemporáneo difiere con creces de la percepción del maya. En este sentido, nuevamente nos encontramos con un concepto que creíamos carente de sentido político, sin embargo, podemos comprobar que la medición que hoy hacemos del tiempo fue decretado en un contexto histórico, político y social particular. Se puede historizar e interpretar, es decir, podríamos desprendernos de tal elemento.

Una vez comprobado, o así por lo menos quiero creerlo, que es posible despojarnos de nuestra realidad, o mejor dicho de los elementos que la constituyen, para la realizar una definición del concepto religión, entenderemos de mejor manera lo que nos propone Derrida al plantear que la ‘luz’ viene a ser un elemento común a todo ser humano aún en esta etapa de abstracción radical. Esta luz, aunque no sea traducible a cada lengua, se presenta a los individuos como la revelación, elemento común al ser en estado de vacío cultural, o más bien como la revelación de la “revelabilidad”. A su vez, la historicidad de la revelación tanto cristiana como islámica constituirían sólo una manifestación de tal revelación.

En este punto, citando a Kant, Derrida manifiesta que “no hay más que dos familias de religión, y en suma dos fuentes o dos matrices de la religión”6. Una, la religión de mero culto, cuya enseñanza no va más allá de la oración y el deseo, en la cual estaría inscrito el islam junto con el judaísmo. La otra, la religión moral, la que suscribe exclusivamente el cristianismo, sería la única que condiciona el accionar de los individuos en función de su salvación. La salvación depende del propio individuo y no de lo que haga Dios por él. En este sentido, Kant anunció a la modernidad la muerte de Dios.

La moralidad en la religión cristiana asume la responsabilidad racional y filosófica del individuo. Denominado por Kant como una “fe reflexionante”, el cristianismo se diferencia principalmente de la “fe dogmática” en que esta última pretende saber “por lo tanto ignora la diferencia entre fe y saber”.7

Conocimiento establecido como realidad social

En “La Construcción Social de la Realidad”, P.Berger y T.Luckmann, sostienen que el orden social con el cual se interrelaciona el ser humano es, a su vez, producto de la actividad humana. Por lo tanto, entre el hombre y su régimen cultural y social existe una relación dialéctica.

En la medida en que ser el humano repite alguna actividad con cierta frecuencia, tenderá a crear pautas que luego le permitirán realizar dicha actividad con un menor esfuerzo. Este proceso es denominado “habituación” y da paso a la institucionalización dentro del orden social. Esta institucionalización es experimentada por el hombre (y mujer) como realidad objetiva, además es presentada a las generaciones venideras y éstas en el proceso de internalización las van legitimando.

Lo anterior explicaría la forma casi natural y sumisa con que los seres humanos aceptamos lo que percibimos como realidad y que, en verdad, son instituciones que han sido insertas en el orden social y cultural en el cual somos “adoctrinados”. Hablo aquí de instituciones no tan sólo en el sentido organizacional de lo que podría ser el aparato de Estado u organismos como la iglesia, sino, también en el sentido estructural de la sociedad, como puede ser el matrimonio, la educación, la familia, la ciencia, etc.

Junto con todo lo anterior, también se va transmitiendo de generación en generación un cúmulo de conocimientos adquiridos que son entregados como verdades objetivamente válidas que, por una parte, son un producto social y, a la vez, son un factor de cambio social. Nuevamente hallamos una relación dialéctica, esta vez entre el conocimiento y su base social.

Todos estos elementos que se van transmitiendo, sufren una suerte de cosificación en el proceso, es decir, como ya se encuentran en el mundo al momento de ser entregados a un sujeto, desde la perspectiva de éste pareciera que no son producto de las actividades humanas sino que respondieran a “leyes naturales” o a cierta voluntad supra-humana. Es lo que se denomina “reificación de la realidad social”8. Al parecer, en nuestra sociedad occidental, eminentemente cristiana, en donde , recordemos, se diferencia fuertemente la fe y el saber, este ultimo expresado en la ciencia estaría padeciendo de esta reificación. Bajo esta lógica, la ciencia -entendida como cúmulo de conocimientos transmitidos- ya no estaría al servicio de la humanidad. Vivimos una deshumanización del conocimiento.

Así, hoy nos encontramos con un mundo altamente tecnologizado que, según pareciera, avanza hacia un ilimitado progreso, sin embargo este avance no es proporcional al bienestar de la humanidad. A modo de ejemplo podemos señalar el tan difundido “calentamiento global” que se debería a la quema indiscriminada de combustibles y otras actividades asociadas al proceso de industrialización.

Nos queda entonces, entender que nuestra realidad, y todos los elementos que la conforman, entre ellos nuestros conocimientos, tanto en sus técnicas como en sus métodos, pueden ser abordados de otra forma, o por lo menos de una forma más crítica.

Conclusión

Considerando los aspectos anteriores, estamos en condiciones de aventurar una afirmación que parece exenta de toda lógica en nuestro mundo actual: sí, son posibles otras formas de pensar la realidad, de articulación de las relaciones sociales, de generación de conocimiento, en definitiva, otro mundo es posible.

Además podemos concluír también, que la reificación de la razón científica, este “olvido” nuestro acerca de la relación diléctica que existe en ambas funciones del conocimiento, como producto social y como factor de cambio social; es lo que nos ha llevado a endiosar a la ciencia. Es decir que si logramos entender la razón científica como producto histórico, podríamos dejar de creer en su eterno progreso y atrevernos a criticar los fundamentos que la sostienen.

1 Raul Velasco Peláez y Daniel Climent. “Calendario republicano francés, URL: http://www.cervantesvirtual.com/historia/TH/calendario_frances.shtml#1


2 Hago esta inclusión, que pareciera ser rebuscada, para dejar de manifiesto que en nuestro idioma se hace referencia a lo masculino como si de la generalidad se hablara.


3 “Fe y saber”, Jacques Derrida.-


4 Service, Elman R. Los cazadores, Barcelona: ed.Labor, 1973.


5 Museo Chileno de Arte Precolombino. “Area mesoamericana Maya”. URL: http://www.precolombino.cl/es/culturas/mesoamerica/maya/index.php


6 “Fe y saber”, Jacques Derrida.-


7 Ibid.


8 P.Berger y T.Luckmann: La Construcción Social de la Realidad

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