jueves, 5 de julio de 2007

* África de todos los mitos - Gutierrez - Gallardo - Tamayo

Por:

Giannina Gutiérrez

Ulises Gallardo

Fernando Tamayo



Por Ulises Gallardo

Versión para imprimir





El encuentro con el mito.

El problema de la reflexión geográfica sobre un continente tan extenso es, precisamente, la desmesurada escala del esfuerzo demandado. Un continente dividido entre 53 países, que ha sido colonizado por todas las potencias coloniales europeas, teatro de tensas confrontaciones entre las superpotencias durante la guerra fría y que aún hoy, cuatro décadas después de su descolonización, no ha logrado construir una imagen integrada y positiva de sí mismo, presenta enormes desafíos para los geógrafos.

El primero de esos es, justamente, encontrar el tono adecuado, para no repetir el error de la gran mayoría de los pensadores que se han inclinado sobre este continente, verlo como el campo de nuestros sueños y deseos, el telón en que proyectamos nuestros planes y ambiciones. Para no convertirlo una vez más, como afirma un historiador africano1, en « el maravilloso campo de experimentación africana » donde todo cabe, desde los deshechos tóxicos y nucleares hasta las semillas transgénicas y las filosofías políticas que no han funcionado nunca en ninguna parte: “todo parecía caber en un territorio cuyos habitantes no dicen que no a nada y si lo dicen nadie lo escucha ».

Los mitos legitimadores de la ocupación del espacio africano comenzaron a construirse hace mucho tiempo. Desde los primeros contactos del mundo helénico y romano con las costas mediterráneas del África, comienza a construirse la imagen de las tierras cálidas, inapropiadas para la vida humana y pobladas de seres extraños y terribles.


La exploración de las costas occidentales del continente por el mundo europeo de la Edad Media tardía fue completada por la exploración de las costas orientales llevada a cabo por los mercaderes árabes. A partir del encuentro de estos dos mundos, se consolida la imagen del continente africano como un enorme borde costero, con un interior desconocido y misterioso, hogar propicio para todas las leyendas.

La noción de territorio.


Para poder avanzar hacia una noción actual de “territorio africano”, nos resulta indispensable comenzar por la definición misma de lo que es un territorio, cómo se construye, cómo se mantiene o se transforma.


La primera observación que podemos hacer es que el territorio no está definido por las características físicas del espacio ni tampoco por los hechos que en él hayan ocurrido. Así, durante siglos, la civilización greco-latina se constituyó en torno al espacio mediterráneo; sin embargo, la Europa que fue su heredera creció hacia el norte del continente, a tal punto que, durante un largo período histórico, los países mediterráneos que fueron su cuna (Grecia, Penínsulas itálica e ibérica) pasaron a ser periferias atrasadas y dependientes de la Europa occidental y cristiana.

Así, es claro que la noción de territorio se construye básicamente a partir de la decisión de un grupo de poder de consagrar una porción de espacio geográfico a un fin determinado: Plaza fuerte, fuente de materias primas, mercado, aliado del momento; Podemos citar a Robert Sack, miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias: “La territorialidad será definida como la intención, por un individuo o un grupo, para afectar, influenciar o controlar gente, fenómenos y relaciones a través de la delimitación o el ejercicio del control sobre un área geográfica. Esta área será llamada Territorio”2, Esa es también la opinión del geógrafo francés Guy di Meo: « El territorio es una apropiación, tanto económica como política e ideológica (o sea, social) del espacio, por grupos que se dan una representación particular de ellos mismos, de su historia. »3. Sólo con posterioridad a esta decisión es que se elaboran los mitos y teorías que vendrán a legitimar esas decisiones, a construirles un fundamento histórico e incluso mitológico. “El mito es (…) un artilugio de la razón considerada a la vez en su función explicativa y en su función justificativa. El discurso mítico surge, así, de una intención científica, ya que propone una explicación. Procede, igualmente, de la intención política ya que da, al mismo tiempo, una justificación que legitima, a priori o a posteriori el compromiso bajos sus formas múltiples y a sus diferentes niveles “4. Todo esto, muchas veces sin consideración por los habitantes originales de los espacios así definidos. Es la historia de todas las expansiones coloniales, de los romanos en Europa, de los europeos en América.


En las pugnas actuales por la construcción o la transformación del espacio africano siguen operando dos imaginarios: Uno que intenta recuperar los mitos legitimadores de las sociedades anteriores a la colonización, que aunque aplastados por el dominio colonial y neo-colonial siguen operando bajo la superficie de la cultura impuesta. Otro, obedece a las lógicas de expansión, disputa y legitimación de las nuevas potencias constituidas, que ya no son sólo las europeas. Porque África era y es mucho más que tierras vírgenes: Era un mundo con su propia historia y su propia geografía; las sociedades originarias del continente tenían sus explicaciones, que no por ser sobre todo mitológicas tienen menos efecto en el mundo real, acerca de su origen y su forma de ocupar su espacio. No debemos perder de vista esto, si no queremos repetir la noción colonialista del África como espacio vacío.


La construcción del territorio.


Desde el S. XVI al XIX, la explotación económica del interior del continente africano no fue la prioridad de los europeos, que se contentaron con una política llamada “de posicionamiento”: Apertura de puestos comerciales o bases de suministros para exploraciones de más largo aliento. Los primeros intercambios se limitaban a la captura o compra de esclavos, la extracción de caucho, maderas finas, marfil y oro a intermediarios, con frecuencia mercaderes de origen árabe; no fue sino hasta la segunda mitad del S. XIX que comenzó la exploración más decidida del interior del continente. Una vez que se hizo evidente las potencialidades y la enorme riqueza que allí reposaba, se pasó a la fase de instalación de colonias, en que inmigrantes venidos de las metrópolis comienzan la explotación económica de las tierras y poblaciones africanas.


Sin embargo, esta instalación ya no se hacía sobre espacios intocados: El largo y siniestro período de la explotación esclavista había destrozado la estructura social anterior a la llegada de los europeos; una sangría de 80 a 100 millones de hombres y mujeres que habían sido extraídos por la fuerza, en dirección a las metrópolis europeas o las colonias americanas5. Los grandes imperios del interior del continente habían sido arrasados, pequeños reinos cercanos a la costa se habían fortalecido; la densidad de la población y su forma de ocupar el espacio, se habían visto alteradas, las formas de producción y las relaciones entre las diferentes sociedades habían sido profundamente afectados. Había comenzado la transformación del territorio africano por los poderes europeos.


El proceso de instalación y explotación hizo necesaria la delimitación y regularización de las instalaciones europeas, la construcción de las formas permanentes del territorio africano actual. En 1884 se cita la Conferencia de Berlín, que decidirá la repartición del suelo africano entre las potencias europeas. "La Conferencia de Berlín, convocada conjuntamente por Francia y Alemania, se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885. Las naciones asistentes fueron: Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Portugal, Suecia, Noruega y Turquía. Ningún país africano estuvo representado."6.


Por supuesto, la intención de los europeos, como las de todos los colonizadores, es de las más altruistas, llevar la civilización a los atrasados pueblos africanos, a través de la apertura para el comercio y la industria de las tierras del interior. Las escasas ganancias que pudieran obtener de este esfuerzo serían sólo una legítima compensación por sus sacrificios. El Acta firmada al fin de la Conferencia contenía siete apartados:

  1. Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus desembocaduras y países circunvecinos, con disposiciones relativas a la protección de los indígenas, de los misioneros y de los viajeros, y a la libertad religiosa.

  2. Declaración referente a la trata de esclavos y las operaciones que por tierra o por mar proporcionan esclavos para la trata.

  3. Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.

  4. Acta de navegación del Congo.

  5. Acta de navegación del Níger.

  6. Declaración relativa a la condiciones esenciales requeridas para que sean consideradas efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano, y que establecen en las relaciones internacionales reglas uniformes respecto de tales ocupaciones que, en adelante, puedan verificarse en África, y

  7. Disposiciones generales.


En un primer momento, la conferencia sirvió para resolver dos cuestiones fundamentales: Uno, la de qué potencias podían reivindicar derechos históricos sobre determinadas regiones africanas y dos, la de definir territorios que respondieran a la idea del “Imperio Colonial Continuo”. Pero este acuerdo general no cerró el proceso, sino que sólo reguló la serie de disputas que se abriría a partir de ese momento. Estas abarcaron cuatro ámbitos:

    • Las dificultades de la ocupación efectiva de los territorios definidos en Berlín;

    • Los roces que ese proceso originó entre las potencias, que tratarían de extender sus respectivas áreas de control;

    • Los nacientes procesos de resistencia de los pueblos originarios, y

    • La negociación de tratados para resolver cada uno de estos aspectos.

Desde un comienzo, las pretensiones de las diferentes metrópolis se enfrentaron: Francia, que aspiraba a constituir un eje este-oeste, entre Senegal y Gabón por el Sahara y Sudán hacia Somalia; Portugal reivindicaba derechos históricos al sur del Ecuador, entre Angola y Mozambique, y Gran Bretaña, que pretendía establecer un eje norte-sur, entre El Cairo y El Cabo por África oriental, central y austral. Este eje será el que se impondrá, tras los choques de la "crisis del ultimátum" (1890) entre Inglaterra y Portugal, y el incidente de Fashoda (1898) entre Inglaterra y Francia, los que se resolvieron con triunfos para Gran Bretaña en los dos casos.

Pero es que, tras estas disputas territoriales, habían otras diferencias: Los modos de explotación impuestos sobre las diferentes colonias no eran los mismos, sino un reflejo de los que las metrópolis aplicaban sobre su propio territorio e intentaban imponer a otras potencias. En las colonias francesas, como en su metrópoli, había una intervención mayor del Estado, mientras en las colonias inglesas el discurso económico apuntaba al predominio del mercado y las políticas liberales.


Una de las primeras consecuencias de la imposición de este nuevo ordenamiento territorial fue la destrucción de las antiguas concepciones geográficas; Para los africanos, su territorio se ordenaba a lo largo de la línea de encuentro entre las tierras desérticas del Sahel con las selvas húmedas del sur; este espacio era también el espacio del encuentro entre las caravanas de mercaderes árabes que traían productos desde el Mediterráneo para negociar con los representantes de los reinos y señoríos del sur, permitiendo así el intercambio y la circulación de bienes por todo el continente. En las costas del Océano Índico, las florecientes relaciones entre África y Asia fueron reemplazadas completamente por las relaciones entre África y Europa.


Los grandes reinos del interior, arrasados primero por el secuestro de sus habitantes para convertirlos en esclavos, son desmantelados después para integrarlos en las estructuras estatales de tipo europeo. Las sociedades segmentadas, por el contrario, son forzadas a la integración y comienzan a descubrir relaciones entre ellas y a constituir nacientes identidades. El territorio africano se transforma en una serie de puertos que conectaban zonas del interior del continente con las respectivas metrópolis, pero imponiendo una separación entre ellas a través de administraciones, leyes, costumbres e incluso lenguas diferentes.


En cada una de esas zonas, el capital impuso sus prioridades, la rápida extracción de productos agrícolas y materias primas para las metrópolis, creando también un mercado para los productos manufacturados provenientes de ellas. Este proceso fue imponiendo nuevos reordenamientos, migraciones internas, nuevos usos del suelo y nueva formas de relacionarse para las poblaciones africanas. El saqueo acelerado destruye regiones enteras, a través de la extracción de maderas finas o la apertura de espacio para los cultivos forzados. Los traslados de población y las malas condiciones de vida y trabajo diseminan pestes y enfermedades que contribuyen a diezmar la población.


Traslado de poblaciones para cultivar el cacao, el algodón o el maní, traslados de trabajadores a los puertos y ciudades que comienzan a desarrollarse, traslados de trabajadores a las minas, al diamante, al cobre, al manganeso, el carbón y el oro, migraciones a las grandes ciudades en busca de mejores condiciones: “Poblaciones enteras de la cuenca del Congo fueron completamente exterminadas, regiones forestales de ésta zona de África durablemente arruinadas. El desastre ecológico y la catástrofe demográfica no se limitan a los dos Congo: Esos males han golpeado casi todas las regiones del África colonizada: epidemias de peste espectaculares y asesinas en Madagascar, fiebre amarilla y peste en Senegal, fiebre amarilla en Costa de Marfil, sequía y hambrunas, epizootias y hambrunas, en zonas tan diferentes como el Sahel y Angola.” 7


En poco más de ochenta años, la fisonomía del continente había cambiado radicalmente. Las antiguas estructuras sociales, príncipes, marabutos, castas indígenas, son reemplazadas por las clases y capas creadas por la colonización: Burguesía comerciante y transportista en las ciudades, pequeña burguesía de funcionarios de la administración, burguesía de plantadores rurales en algunas regiones (Costa de Marfil, por ejemplo). De entre estos grupos surgirán las elites dispuestas a mantener la economía funcionando cuando las condiciones políticas hicieron imposible mantener la presencia colonial.


Porque todo este proceso no se realizó sin resistencias, ni la descolonización fue un acto de generosidad o realismo político del colonizador. La resistencia comenzó desde los primeros encuentros entre europeos y africanos; pasiva en algunos momentos, simple escapada a la selva o negativa a actuar como cargador, a pagar impuestos o a trabajar las tierras del colono o “comandante” blanco, culmina con las revoluciones declaradas de la década de los 50s, en que ya los africanos habían tomado las armas y herramientas de los colonizadores: Sindicatos y partidos, boicots y huelgas, guerrillas.


El territorio africano actual.


Dos concepciones políticas, y por lo tanto también geográficas, se enfrentan tras la independencia: La unidad panafricana de N’krumah o la emancipación en los territorios ya creados, como proponía Houphouët-Boigny. Ésta opción es la que prevalece, aunque el ideal permanece, reflejado en la creación, ya en 1963, de la Organización de Unidad Africana.


El territorio africano de hoy es una mezcla de todas las tendencias que marcaron su historia. Un modelo económico que se mantiene en ausencia de las metrópolis, gracias a los esfuerzos de elites que se identifican con ellas y con los mitos que guiaron la ocupación del continente. Esas mismas elites, sin embargo, no vacilan en recurrir a los viejos mitos del África pre colonial para asegurarse la lealtad y la sujeción de sus pueblos. Conservan las fronteras definidas en Berlín hace más de 120 años mientras multiplican las organizaciones regionales de desarrollo y cooperación: COMESA, Mercado Común para el África Oriental y del Sur; CEEAC, Comunidad Económica Para los Estados de África Central; CEDEAO, Comunidad Económica de África del Oeste; SADC, Comunidad Para el Desarrollo del África Austral; UEMOA, Unión Económica y Monetaria Oeste Africana; CEMAC, Comunidad Económica y Monetaria del África Central… Pero en la realidad, África sigue siendo proveedora de recursos humanos y productos básicos para los mercados internacionales y compradora de productos elaborados en otras tierras, que les son vendidos por los mismos que ellos pensaban haber expulsado.


Hoy día la producción agrícola pierde terreno económico, ante la mantención del proteccionismo de las metrópolis y los avances de la desertificación, como resultado de la explotación inmisericorde del suelo africano. Pero se mantienen las riquezas mineras y los conflictos de hoy son por el control del acceso a ellas: El petróleo, que protagonizó la larga y sangrienta guerra civil en Angola; los eternos diamantes, que la mantienen en forma subterránea, y el coltan8: Este mineral, desconocido para el resto del mundo, se encuentra hoy en el centro de los conflictos en el corazón mismo del África, el Congo de todas las leyendas.


Desertificación y miseria del mundo rural, aglomeración y miseria en enormes ciudades que no paran de crecer, desesperada y peligrosa emigración a las antiguas metrópolis para los más afortunados y un constante fluir de riquezas desde los puertos y aeropuertos africanos en dirección a los países “avanzados”. Las formas territoriales instaladas por los colonizadores se mantienen intactos, al punto que tal vez podríamos decir, con Jean Louis Miège, historiador francés muy vinculado al África, que: “La descolonización no representa el fracaso de la colonización. En muchos aspectos, ella señala su triunfo.”9.

1 Antumi Toasijé, Grupo de Estudios Africanos, Universidad Autónoma de Madrid

2 Robert Sack, 1986, p19. Trad. propia.

3 Guy Di Méo, "Les territoires du quotidien", 1996, p.40. Trad. propia.

4 Athanase Bopda, « De l’usage de fonds mythiques dans les remaniements territoriaux en Afrique et au Cameroun », Institut National de Cartographie, Yaoundé, Cameroun. Publicado en http://www.cgq.ulaval.ca/textes/vol_45/no_126/07-Bopda.pdf.

5 Philippe Hugon, “L'Économie de l'Afrique”, Éditions La Découverte, Paris, 2007.

6 Garcia Moreno, Julia, Universidad Complutense, Madrid, en www.mgar.net/africa/coloniza.htm

7 EKANZA Simon-Pierre, “La colonisation : un défi pour l’Afrique”, IHAAA - Université Cocody-Abidjan, Côte d’Ivoire

8 el coltan es un mineral, mezcla de colombio y tántalo, que permite que las baterías de los celulares mantengan por más tiempo su carga, ya que los microchips de nueva generación que con él se elaboran optimizan el consumo de eléctricidad. El 80% de sus reservas mundiales se encuentran en la República Democrática de Zaire. Se calculaban 3 millones de muertos en los primeros 4 años de guerra por el control de sus yacimientos. Fuente: www.afrol.news

9 Citado por Ekanza, Simon Pierre, en www.histoire-afrique.org

No hay comentarios: