viernes, 6 de julio de 2007

* El Cristianismo: su influencia en la sociedad y cultura - Mario Riquelme

Por: Mario Riquelme Rocuant

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En los tiempos de la modernidad o la postmodernidad, el cristianismo aparentemente pierde su fuerza e influencia en el mundo, es mirado como algo anacrónico, retrogrado, un gran paquidermo que no es capaz de ponerse a tono con los tiempos que corren, mas aun escándalos, divisiones, lo hacen aparecer cada vez mas lejano. Pero, es realmente el cristianismo una presencia sin importancia cuando el propio Presidente de los Estados Unidos se declara cristiano, para bien o mal del cristianismo, y cuando se invade Irak otro cristiano ilustre el Papa Juan Pablo II señala que los responsables de la invasión tendrán que responder ante Dios y que decir del revuelo que causan sus distintos representantes de todas sus vertientes cuando intervienen en asuntos que afectan directamente la vida de las personas.

En este ensayo se tratara la actualidad del cristianismo, con que contribuyo al desarrollo de la historia, cual es su influencia, cuales son nudos centrales de su presencia hoy.

Primero recorreremos algunos aspectos en donde el cristianismo hace sentir con fuerza su influencia en la configuración del mundo actual. Luego algunas reflexiones sobre las contradicciones y aciertos y finalmente lo que el cristianismo ofrece al futuro de la humanidad


En primer lugar el cristianismo tiene que ver con la configuración de la cultura europea porque la fuerza dominante en la creación de una cultura común entre distintos pueblos es la religión, y así era en un principio con los pueblos germánicos, eslavos y otros mas lo que permanecía de la cultura romana, la tradición cristiana común ha hecho de Europa lo que es, y de los elementos culturales comunes que ese cristianismo ha traído consigo. Las artes se han desarrollado dentro del cristianismo, en él se basaban hasta hace poco las leyes europeas. Todo el pensamiento nacido en Europa adquiere significado por los antecedentes cristianos. Un europeo puede no creer en la verdad de la fe cristiana pero todo lo que dice, crea y hace, surge de su herencia cultural cristiana y sólo adquiere significado en relación a esa herencia. Sólo una cultura cristiana ha podido producir un Voltaire o un Nietzsche. Tal vez la cultura europea no sobreviva a la desaparición completa de la fe cristiana.1

Son muchas las cosas que se deben a la herencia cristiana aparte de la fe religiosa. A través de ella se traza la evolución del arte, se tiene una concepción del derecho romano que tanto ha contribuido a modelar el mundo occidental, una concepción de la moral privada y pública. Y a través de esa herencia que hay, en las literaturas de Grecia y Roma, nuestros modelos literarios comunes. La unidad del mundo occidental reside en esa herencia, en el cristianismo y en las antiguas civilizaciones griega, romana y hebrea; a las cuales a través de dos mil años de cristianismo, se remonta nuestra ascendencia. El verdadero vínculo es esa unidad de elementos culturales comunes.2 El cristianismo da el marco de la cultura europea y con ella al mundo occidental. Tiene que ver al igual que Grecia y Roma con los orígenes culturales de lo que se denomina occidente


Otro aspecto fundamental tienen que ver que la mayoría de las legislaciones, el Derecho, de lo que se llama el mundo occidental tiene su base en el cristianismo, en la Biblia, en los diez mandamientos, esto ha ido cambiando lentamente, dependiendo de la vertiente cristiana desde donde se mire, como por ejemplo la propiedad. El derecho romano fue influido por el cristianismo. De todas maneras el Cristianismo ha jugado un papel importante en la idea de la separación entre lo jurídico y lo religioso al incluir un mensaje de separación entre el reino de Dios y el reino del César. Sin embargo, la distinción teórica no condujo hasta la separación práctica. No sólo no se llegó a consumar la separación efectiva entre ambos, sino que se produjo más bien una creciente aproximación entre las realidades y los valores del mundo de las relaciones jurídicas y los principios y exigencias del reino de Dios. El Derecho fue entendido y explicado como parte de la legalidad general que dirigía los pasos de los hombres hacia la meta de su santificación y salvación ultraterrena, según los designios de la Divinidad. Esta relación aun se mantiene en muchas legislaciones, pero frente a la fragmentación del cristianismo y la creciente secularización del mundo, se ha ido girando a una legislación más bien neutra.


Desde otro prisma, el económico, se puede apreciar según Weber que el cristianismo, en su vertiente calvinista, dio pie para el sustento cultural del capitalismo al tener una ética e ideas puritanas que influyeron en el desarrollo y consolidación del capitalismo. En la mayoría de las vertientes cristianas la devoción religiosa es usualmente acompañada de rechazo a los asuntos mundanos, incluyendo la búsqueda de una mejor posición económica. ¿Por qué no es éste el caso del protestantismo? Weber se refiere a esta paradoja en un ensayo " el espíritu del capitalismo y la ética protestante" como las ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas. Weber señala que tal espíritu no existe solamente en la cultura occidental, cuando lo consideramos una actitud presente en los individuos ya que también hay que tomar en cuenta que estos individuos, los empresarios, no podrían, por sí solos, establecer un nuevo orden económico. Entre las tendencias, estaban la ambición de ganancias con un mínimo esfuerzo, la idea de que el trabajo es una maldición y una carga que debe evitarse, especialmente cuando las ganancias de éste exceden lo que es necesario para una vida modesta. "Para que una forma de vida bien adaptada a las peculiaridades del capitalismo", escribió Weber, "pueda superar a otras, debe originarse en algún lugar, y no solo en individuos aislados, sino como una forma de vida común a grupos enteros de personas". Weber mostró que algunos tipos de protestantismo favorecían la búsqueda racional del beneficio económico y actividades mundanas que han tenido un significado espiritual y moral positivo. No era el objetivo de esas ideas religiosas, sino más bien un producto, la lógica inherente de dichas doctrinas y los consejos derivados directa o indirectamente, promovían la planificación y la negación de la búsqueda de un beneficio económico.3 El cristianismo en una de sus vertientes que se ubica preferentemente en el norte de Europa da un impulso al capitalismo, y a su vez este acelera el proceso de secularización de la sociedad.


A lo largo de un largo proceso histórico de avances y retrocesos el cristianismo muchas veces se a situado al centro de la defensa de los derechos humanos, ejemplo de esto es que el papa Pablo III y sus sucesores intercedieron con firmeza en favor de los derechos de los indígenas y ordenaron los correspondientes ordenamientos jurídicos. La corona española, en concreto el emperador Carlos V, también dictó nuevas leyes, en gran parte irrealizables, pues protegían los derechos de los indígenas a los que, expresamente, reconocían como seres humanos y, por tanto, titulares o portadores de derechos humanos. En el siglo de oro de España, los teólogos y los canonistas españoles fueron los que dieron origen a la idea de los derechos humanos. Pablo III defendió la racionalidad de los indígenas, en cuanto que los indios son hombres, declaró que tenían derecho a su libertad, a disponer de sus posesiones y a la vez tenían el derecho a abrazar la fe, que debía serles predicada con métodos pacíficos, evitando todo tipo de crueldad. Posteriormente, otros los hicieron suyos, pero para entonces ya habían sido redactados, en España, por Vitoria4.

En contraposición a lo anterior también se creo la El Santo Oficio mas conocido como la Inquisición y el Index, lista de libros prohibidos esto también en el Papado de Pablo III5, cuando la libertad de pensamiento y de expresión aun no eran considerados derechos de las personas.


Un quinto elemento que hay que mencionar tiene que ver con la Democracia, ¿Por qué la democracia nace y se expande en países cristianos primero?, hay otros países que son democráticos y no son cristianos, la India y Japón por ejemplo, pero la democracia moderna nace y se desarrolla en países con tradición cristiana sus constituciones están llenas de valores que se asocian al cristianismo. Tal vez no es una condición6 necesaria, pero la democracia se comienza a desarrollar, después de la experiencia griega, en occidente cristiano, puede ser que el cristianismo, aun cuando exige la obediencia pasiva en materia de dogma, es, no obstante, de todas las doctrinas religiosas, la más favorable a la libertad. Y en cualquier interpretación que se le dé, es también de todas las doctrinas religiosas la más favorable a la igualdad. La democracia moderna reconoce la igualdad de los derechos de todas las personas humanas, sin distinción ni excepción. El cristianismo fue el primero que enseñó la igualdad de naturaleza de todos los hombres, La democracia griega la aplicaba a una élite de nacimiento .7 Es un hecho evidente que las dos primeras democracias, la americana y la inglesa, están basadas en una misma conformidad de valores procedente de la fe cristiana, y que sólo pueden funcionar, y funcionan, cuando existe un acuerdo fundamental sobre los valores.8 Junto con lo anterior se debe decir que la separación en cuanto a lo del Cesar al Cesar y lo de Dios a Dios, se aplica perfectamente aquí pues el cristianismo no esta intrínsecamente relacionado con una forma de gobierno en particular sino que debe alentar el cumplimiento de los principios del evangelio.

Finalmente todo lo anterior a sido construido en base a una concepción del hombre que tiene que ver con la dignidad de la persona, que hunde sus raíces en el reconocimiento judío y cristiano de su carácter sagrado. Desde la afirmación del Génesis de que hizo Dios al hombre a su imagen y semejanza, la sacralidad, por ser hijo de Dios, de la persona pertenece a la entraña de la tradición occidental, ha ido desplegándose históricamente, y fundamenta una moral universal que tiene su trasunto en la idea de dignidad de todo ser humano. La persona es digna para la persona; no se le puede intercambiar por un precio, porque no tiene precio, sino dignidad. A la pregunta ¿de qué es digna cada persona? se ha ido respondiendo históricamente con el detalle de unos derechos, que hunden sus raíces en los derechos naturales y reciben después el nombre de humanos por serlo de cada una de las personas. Esta dignidad es para todas las personas con esto mujeres, niños, pobres, extranjero, etc. todos ellos son portadores de derechos que se conectad directamente con la sacralidad de cada hombre y mujer. El aprecio por la dignidad de la persona es lo que exige respetar esos derechos como el suelo mínimo que Dios exige a la humanidad, en clave cristiana, el suelo mínimo que una ética cívica transnacional exige, en clave secular. Esa ética, que poco a poco se va construyendo, tiene por tarea, entre otras, precisar cómo pueden respetarse esos derechos en cada uno de los ámbitos de la vida social, pero sin el aprecio por la dignidad, los derechos pierden su fuerza vital.


Un aspecto que no podemos pasar por alto tiene que ver con los problemas y aberraciones que se han cometido en nombre de la fe, aquí están las cruzadas, las evangelizaciones forzadas, pensemos en el caso de la conquista de América, la negación, durante mucho tiempo, de la investigación y de otros métodos para buscar la verdad física del mundo, el estancamiento y la justificación de un orden social muchas veces injustos, los escándalos de corrupción, la manipulación de la fe de los cristianos, la Inquisición, etc., así muchos otros problemas y lastres que existen en el cristianismo. En este recorrido se debe considerar la opinión de autores tales como el sociólogo francés Émile Durkheim que plantea que la religión es la expresión de necesidades sociales, y cumple la función de mantener el orden social; por otra parte el austriaco Sigmund Freud presenta la religión como un aspecto fundamental de la patología del espíritu humano, y una manifestación de los conflictos de la personalidad que tienen sus raíces en el subconsciente9; Carlos Marx sostenía que el cristianismo era un invento burgués para mantener sometido al proletariado, ya que su pobreza era bien vista por Dios. Estos tres autores conscientes de la importancia de la religión, la analizan críticamente, sin dejar de lado la importancia de esta en la configuración de la sociedad y la mentalidad de los individuos.


Como se ha visto el cristianismo, aunque en este ensayo hemos dejado de lado lo central del cristianismo que es la resurrección a una nueva vida, a tenido influencia en las mas variadas esferas de la vida cultural, social, económica y política de la humanidad a configurado el mundo en relación a ciertos valores que aparecen como políticamente correctos, otra cosa es que estos valores se hagan realidad pero por lo menos en el discurso de buena parte del mundo están presentes. Ahora bien el cristianismo, como cualquier otra religión, quiere ser parte de la sociedad he influir en esta, el cristianismo lo a logrado completamente ahora el problema del cristianismo es su éxito10 pues a permitido con sus valores crear una sociedad plural que se ha secularizado y ahora lo amenaza tratando de hacerle perder presencia en la vida cotidiana de la sociedad especialmente en lo que tenga que ver con lo publico o estatal. Cabe preguntarse si en esta sociedad cada vez mas secularizada sobrevivirá sin el armazón que dan las religiones y entre estas el cristianismo.

El cristianismo ofrece a la humanidad la posibilidad de ser siendo una comunidad que haga valer la dignidad intrínseca de la personas, se haga parte de la justicia, y de voz a los sin voz, cuando Jesús llego a la sinagoga en su primera aparición publica leyó del profeta Isaías “El Espíritu del Señor esta sobre mi , porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos…”11. La idea del grano de mostaza que crece12, los talentos que se pueden potenciar13, la importancia de las personas por sobre la ley cuando esta los oprime14 y no están al servicio de ellas, la sal y luz del mundo15, son parábolas o enseñanzas que aun perduran en la memoria colectiva de la humanidad de occidente, pueden ayudar conectarse con la esencia de cada persona, frente a la decepción que ha producido la ciencia y tecnología con su promesa de progreso imparable, en nombre del progreso ha habido guerras, genocidios, explotación, se ha cambiado la religión que profesamos, la ciencia es la nueva religión pero se a perdido la noción de trascendencia de las personas y la humanidad. Con esto se ha vaciado de contenido el concepto de persona transformándolo en un número, en un objeto, provocando con esto la perdida de la dignidad de la persona.

El cristianismo puede ser una de las respuestas a situar a la persona al centro sea quien sea, la parábola del buen samaritano16 es un buen ejemplo, esta debe ser el fin de todo lo que se hace. Pero no debemos olvidar que el cristianismo nació hace 2000 años en Palestina, muchas cosas han cambiado desde entonces, el cristianismo si quiere ser una respuesta a los problemas del hoy y del mañana debe actualizarse mirando sus principios y a la vez lo que algún Papa llamo los signos de los tiempos que le darán las pistas para ser un aporte real a la sociedad del futuro.

1 http://www.alameda.edu.es/documentacion/articulo.asp?id=23

2 http://www.alameda.edu.es/documentacion/articulo.asp?id=23

3 http://es.wikipedia.org/wiki/Max_Weber#La_.C3.89tica_Protestante_y_el_Esp.C3.ADritu_del_Capitalismo

4 http://www.misas.org/reflexion/lasaldelatierra.htm#_Toc124854680

5 http://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_III

6 http://www.conoze.com/doc.php?doc=1651

7 http://redlitos.wordpress.com/2007/01/15/robert-schuman-discurso-a-los-europeos-iv/

8 http://www.misas.org/reflexion/lasaldelatierra.htm#_Toc124854691

9 http://www.mercaba.org/FICHAS/almudi.org/hombre_ser_religioso.htm

10http://www.revistaveritas.cl/articulos/El%20futuro%20del%20cristanismo.pdf

11 Lucas 4, 18.

12 Mateo 13,31-32.

13 Mateo 25, 14-30

14 Marcos 2,23-28

15 Mateo 5, 13-16

16 Lucas 10, 25-37

jueves, 5 de julio de 2007

* Conspiración, Horror y Eficiencia - Ulises Gallardo

Por: Ulises Gallardo A.

LA FASCINACIÓN DEL HORROR.

Sin duda, la primera reacción de cada uno de los asistentes a esta película será esa compleja mezcla de emociones que podríamos llamar fascinación.

Vemos con inmenso horror la absoluta falta de sensibilidad, la frialdad con que se discute, calcula y decide acerca de los problemas prácticos que acarrea la eliminación de miles, incluso millones de seres humanos, sin consideración de sexo, edad, condiciones sociales, económicas o culturales. Ni siquiera la condición de creyente o practicante de la religión a la que se le adscribe por su origen tiene importancia; a diferencia de otros episodios de racismo y antisemitismo históricos, como la persecución sufrida en la Europa medieval, no se les exige renunciar a sus creencias; su condición de católico, ateo o cualquier otra de ese tipo, no se toma en cuenta a la hora de incluirlos en las listas de destinados a la eliminación física.

Paradojas de la fascinación, no podemos apartar la vista de este horror. Algo en él se comunica con otros horrores profundamente instalados en nosotros mismos. Sobrevivientes de un período de nuestra historia marcado por la eliminación, en medio de dolor y violencia extremos, de miles de miembros de nuestra comunidad nacional, podríamos pensar que es esa memoria la que se despierta y revuelve ante la reconstrucción de los horrores nazis. Sin embargo, podemos dudarlo con sólo observar de cerca la composición del público que asiste a la película. Una mayoría de jóvenes que no tuvieron la experiencia directa de esa época; aunque hayan sabido de casos individuales terriblemente dolorosos, lo ven como un pálido reflejo, en su conjunto, del desmesurado proyecto nazi; también, entienden ambos procesos como parte de un período histórico superado y sin que se pueda prever su repetición en un plazo cercano.

Los otros, los sobrevivientes, contemporáneos de la dictadura, sabemos que fue otra lógica la que aquí operó. La lógica de la guerra, el uso del terror como herramienta para quebrar la voluntad de resistencia del adversario. Un adversario definido por esa voluntad de resistir: No fuimos elegidos por algún involuntario rasgo genético, sino que por una decisión consciente, de defender el proyecto histórico en que participábamos y oponernos a la instalación de otro de signo completamente contrario.

Debemos buscar en otro lado la fuente de la fascinación, ese impulso que nos mantiene con la vista clavada en el horror, como buscando una clave para entender algo que está en nosotros mismos, o que interpela temores profundamente anclados en el fondo de nuestra comprensión del mundo en que nacimos. Hay algo en esta película que nos habla de lo que debemos aceptar y de lo que debemos abandonar para ser parte de la sociedad en que nos encontramos.


LA FASCINACIÓN DE LA EFICIENCIA.

Como decíamos antes, no era esta la primera vez que Europa, principalmente, vivía los extremos del racismo y el antisemitismo. Esta idea de solucionar los problemas de una sociedad a través del sometimiento, o hasta la eliminación del otro, hunde sus raíces en la historia europea: en su población, formada por oleada tras oleada de invasores e inmigrantes; en su identidad religiosa, consolidada a fuerza de horca y hoguera para todo el que quisiera conservar otros dioses o siquiera versiones diferentes del mismo dios; en su crecimiento económico, basado en el empobrecimiento de los señores nobles y cristianos a manos de banqueros y prestamistas, a los que se reprochaba lo mismo que se les exigía, el ser buenos mercaderes y no cristianos.

El racismo había sido históricamente una conveniente herramienta política para desviar la atención de otros problemas, para administrar la mano de obra o las diversas crisis económicas. El antisemitismo nazi no es excepcional en la historia ni peculiar a un pueblo o a un grupo social, político o militar de la Alemania de principios del siglo XX. Cabe entonces preguntarse qué pudo haber llevado a la exacerbación de una tendencia a los extremos que conocemos y a ser discutida, planificada y organizada con la amoralidad y eficiencia con la que vemos hacerlo en la película que comentamos.

Una eficiencia, y es el caso aquí de decirlo, a cualquier costo. Ahí tenemos el fetiche al que se le sacrificarán millones de judíos, gitanos, homosexuales o deficientes mentales. Durante siglos, los poderosos justificaban la miseria a la que sometían a sus pueblos por la existencia de estos parásitos. Durante siglos, habían realizado periódicos pogromos (del ruso pogrom, demoler) para reordenar la economía de sus países o sus propias finanzas. Ahora, llegado el Reino de los mil años, era el momento de proceder con las soluciones radicales y definitivas.

Si el problema era la existencia de estos seres inferiores, pues se les eliminaría, con la eficiencia y la rapidez que había hecho la superioridad de la industria y de las armas alemanas en esos años. Con una eficiencia a cualquier costo, sin escrúpulos morales o religiosos. ¿Y porqué habrían de tenerlos? Eran los orgullosos continuadores de las mejores tradiciones de su pueblo y entre esas tradiciones estaba el entusiasmo de su pueblo por la ciencia y por la técnica. Eran la superioridad de la ciencia y la técnica alemanas la que los autorizaba a continuar con sus planes. También eran los depositarios de las antiguas costumbres y creencias de su pueblo, de espíritu inquieto que había dado algunas de las mentes más brillantes de la religión y la filosofía. Alemán había sido Martín Lutero, como también Hegel y Marx.

Pero hacía muchos años había comenzado una tendencia en el desarrollo del espíritu humano que probablemente pueda ayudarnos a comprender esta deriva criminal. Dada la estrecha alianza, casi fusión, de la Iglesia con el poder feudal, en el momento que comienza a desarrollarse un pensamiento científico en Europa, debe hacerlo desde fuera y contra las instituciones tradicionales del saber. Esas instituciones, más preocupadas de la legitimación y la conservación de las estructuras de poder medieval, habían desarrollado una forma de investigación altamente especulativa y sin ninguna preocupación por la técnica o las aplicaciones prácticas del conocimiento adquirido. Así, la nueva ciencia de los mercaderes y la naciente burguesía, impulsada por la necesidad de dar respuestas prácticas a los problemas concretos presentados por la exploración del mundo y el transporte de mercancías a largas distancias, desarrolla una concepción que deja de lado las preocupaciones filosóficas para privilegiar los métodos objetivos y los usos prácticos. Se produce una separación, incluso se crea una oposición entre ciencia y filosofía, entre lo que puede ser medido y pesado y lo que sólo se puede conocer por la fe o la especulación lógica; entre la búsqueda de lo que es exacto y verdadero y lo que es bueno, bello y conveniente.

Sin embargo, cada vez que dos aparentes opuestos se desgarran el uno del otro, y mientras más tiempo hallan estado fusionados, más violenta es la ruptura, algo de cada uno de ellos queda impregnado en el que se aleja. Así, habían sido demasiados años, siglos, en que la concepción del mundo estaba marcada por la noción de un dios único y una sola verdad. El esquema de un mundo perfecto pasaba por un orden en que había un modelo ideal en la cima y una serie de escalones o jerarquías que cada ser debía subir y recorrer para llegar a su completa realización.

Romper con esta visión jerarquizada del mundo era una tarea demasiado grande, incluso para los rebeldes hombres de ciencia del Renacimiento. Así, por ejemplo, cuando los viajes mostraron la variedad de civilizaciones en el mundo, los exploradores europeos sólo podían comprenderlas como escalones en el desarrollo de la humanidad, desarrollo en que, por supuesto, ellos se encontraban más cerca de la perfección de la cima.

Existe, entonces, una sola verdad y un solo modelo adecuado de cada cosa, y un solo camino para conocerla y alcanzarla. Todo lo que se opone al método científico y al avance de la ciencia, debe ser denunciado y combatido, como oscurantista y opuesto al progreso de la humanidad. Si existen dudas en cualquier momento, en relación a cualquier tema, será la investigación científica, libre de prejuicios y trabas de cualquier índole, la única garantía de que podamos encontrar la verdad. Si existen problemas para el progreso de la humanidad, tenemos el derecho y el deber de emplear todas las herramientas científicas a nuestro alcance para abrir el camino. Las disquisiciones éticas y filosóficas son un problema de los filósofos, dedicados a la especulación y la metafísica, que no deben interponerse en el camino de la investigación científica.

Si hay un solo camino, serán mejores los que avancen más rápido, porque así estarán más cerca de la verdad; no hay ninguna justificación para no avanzar cuando el camino está claro. Los mejores tienen el derecho y el deber de decidir por aquellos que están más atrás en el camino del progreso. De ahí la fascinación por la rapidez, la eficiencia, el orden, la limpieza y todos los demás atributos que se relacionan, en el imaginario de la modernidad, con la perfección científica. Frente a cada problema, hay una solución tecnológica, científica, y quienes están más adelante en el camino deben tomarla por el bien del conjunto.

El problema es cuando somos una mayoría que no estamos en las cercanías de la cumbre, que no tenemos el poder, la riqueza, la pureza de sangre o el color de piel que atestigüe nuestra vecindad con la perfección y nuestro derecho a decidir por todos. El problema es que así, con la eficiencia que se quiso eliminar a los judíos que estorbaban el desarrollo de la Alemania nazi, hoy se desplazan poblaciones de etíopes o mapuche, se contamina el aire y las aguas por industrias ultramodernas, se reordena el mapa de Irak o se devuelven al África los molestos inmigrantes que hasta ayer limpiaban las calles de Paris.

Quizás sea esa la fascinación que sentimos ante el grupo de nazis discutiendo la solución final al problema judío. El saber que nunca estaremos sentados en esa mesa, pero que cada día, en diferentes lujosas oficinas de grandes empresas y ministerios del mundo, hombres con similares poderes se sientan a discutir la forma más racional, científica y eficiente de disponer de nuestras pequeñas vidas.

* “La Conspiración” o “La Solución Final” - Leyla Morales

Ensayo de METODOLOGIAS CUALITATIVAS Y CUANTITATIVAS

Textos: La Colonia Penitenciaria - Fe y Saber

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El hombre y su evolución: La cuidad, el ciudadano, la ciudadanía, la religión, la religiosidad, creer y fe, ciencia, industrialización, maquinaria, todo al servicio del hombre ¿o el hombre al servicio de todo?, es difícil decidir, sin embargo, las creaciones del hombre han sido para decidir sobre el destino de sus semejantes, utilizando todo el espíritu creativo e inventivo que posee para la creación de estrategias y métodos concernientes a la dominación, conversión, adoctrinamiento y en ultimo, en el caso mas extremo, el extermino del otro.


En el relato paulatino de la historia se nos deja entrever lo vulnerable del ser humano, presa de si mismo, sujeto a numerosas pruebas que el mismo se ha forjado a lo largo de la historia, de su historia, que no es otra que un momento dentro de muchos, reflejando como el paso del tiempo actúa sobre las conductas imperiosas de los hombres sobre otros hombres, adquiriendo cada vez matices mas complejos en su actuar.


Es por todo ello que cuando miramos fenómenos como el del nazismo alemán, (intentando aunque sea difícil, no utilizar juicios de valor) podemos ver primero, antes que cualquier otra cosa, como un grupo humano intenta imponer sus creencias sobre otros grupos humanos, situación que no se presenta como una novedad, en todo caso en lo que debemos detenernos es en la habilidad y capacidad de organización, disposición estratégica y medios de persuasión y doblegacion del estado alemán, los cuales fueron fundados bajo sólidos paradigmas establecidos siglos antes, y cuando nos referimos a esto, hablamos tanto de dogmas de fe y religión (tradición judeo-cristiana), como concepciones morales y sociales que fueron adoptadas, paulatinamente y asimiladas por una nación cuyo logro mas grande pudo haber sido el de llevar dichos paradigmas y creencias a su extremo, a través de mecanismos y métodos tan efectivos como el sistema de relaciones políticas, tácticas de guerra y estrategias de convencimiento, además del efectivo sistema de organización y administración gubernamental (estadísticas, relaciones diplomáticas, métodos de “evacuación”, solo por dar algunas ejemplos).



Bajo estos parámetros es importante añadir que han surgido a lo largo de la historia condiciones sociales, culturales, transformaciones morales, ideológicas que gradualmente han modificado la escencia o la forma de vivir y enfrentar paradigmas tales como el de justicia, religión, o ciencia, sin embargo, estos cambios no son perceptibles a simple vista y el hombre continua transitando por el engañoso mundo de la cotidianeidad, “creyendo” en los paradigmas tradicionales, defendiendo sus preceptos, caminando por un peligroso y frágil sendero de verdades que ya no son tales y sin tomar conciencia que sus acciones están directamente encaminadas a corromper, herir y borrar lo indemne de la vida conocida, manteniendo ciertas “apariencias” en el discurso y viviendo inconscientemente una realidad tan aparente como es la de la “hermandad entre ciencia y religión”, antes ciertamente inconcebible.


Y por supuesto, si todo lo anteriormente mencionado lo trasladamos al plano que hemos puesto como ejemplo, veremos como la Alemania nazi aplico la nueva forma de concebir el mundo, de una manera casi inconsciente, sin darse cuenta, ocupando como consigna la defensa de viejos estandartes religiosos y morales tradicionales, consagrados y sacramentales. Por consiguiente resulta tan paradójico el que nos aterroricemos y escandalicemos con la figura de un personaje como Hitler, condenando los actos que su ideología nazi avala, ya que, no nos damos cuenta que el nazismo es parte y consecuencia de dichos cambios de conciencia, en donde el hombre pone la tecnología al servicio de la religión, al servicio de la valoración de la vida humana, la maquina al servicio de la “justicia divina”, pensamiento irracional , lucha histórica de dogmas de fe, lucha de poderes religiosos (cristianismo versus judaísmo), en fin la posibilidad de arrebatar el espacio vital que me pertenece y que el otro me ha arrebatado “injustamente”.


Pero ¿Qué es verdaderamente el espacio vital?, ¿un lugar geográfico determinado, por el cual luchar?, ¿la patria?, ¿el país donde nacemos?, a decir verdad es algo bastante mas abstracto, que tiene relación no solo con el respirar y/o concebir un lugar geográfico exacto, sino que trata de: “legitimar mi lugar en el mundo, defenderlo, sea este cual fuere o compartirlo con quienes mis propios axiomas me dicten hacerlo”.


La cuestión del espacio vital y la cuestión de la justicia, entorno y enfrentada a la masificacion de procesos tecnológicos, adquiere un matiz delicado, cuando esto sumado a las complejas e “inconscientes” transformaciones ideológicas de la sociedad, nos da como resultado; que un grupo de la población mundial, esta dispuesto ha utilizar, tanto tecnología como espacio vital y noción de justicia, como medios, métodos y justificación del exterminio masivo de seres humanos. Es aquí cuando entramos en el terreno de la maquina y su relación ontologica con el hombre.


La maquina que crea y destruye vidas, por una parte y la maquina capaz de asir al individuo hasta el extremo de confundirse con el (como lo podemos ver en el texto “La Colonia Penitenciaria” de Kafka y, además en el film “La Conspiración”), es la misma, lo que cambia es su finalidad, su escencia y su sentido de existencia. La maquina no solo mata, sino gracias a cierto poder que ostenta es capaz de erigirse como algo sagrado, algo que sacrifica por un bien, un bien llamado superior, que sana y que salva, que permite la redención (de manera violenta o no), de verdugos y castigados.


En este contexto, verdugos y castigados se ven enfrentados en un dilema: el problema de la fe, del creer, de que si dios o su dios los acompañara en el acto mismo de la muerte serán redimidos, y esto por supuesto nos hace reflexionar de que manera los actos del hombre están determinados por sus credos, por su cultura, por cierta motivación que viene del inconsciente, por lo mismo si yo creo me convierto en santo y salvo, “mi fe me salvara” y entonces la cuestión de creer se convierte en algo fundamental, ya no solo guía muchos de mis actos, sino que logra, incluso, quitarle valor a la vida. Y no se puede obviar que esta cuestión de la fe no solo rige en el orden de lo “religioso”, sino que en tanto creencia y fiabilidad se extiende a todo orden de cosas ,en este caso preciso a la maquina, su efectividad, su valor moral, jurídico y social, la hacen merecedora de dicha fe y confianza, ya que de alguna manera puede llegar a representar, además de todo lo anteriormente señalado una respuesta a cierto orden vital, que marca el equilibrio social conocido y considerado como una cuestión de honor.


Por otro parte, es un hecho que las transformaciones que han sufrido, durante toda la evolución humana, las concepciones espirituales, sociales, morales y económicas de la vida, que, por lo demás, se han visto reflejadas mas en el accionar que en el discurso mismo de la sociedad y que además, aquí hemos destacado como asimilaciones “inconscientes” del hombre, han desempeñado un rol protagónico, ya que, son estas “nuevas” concepciones las que se han encargado de traspasar o ampliar muchas de las características, (fe, creencia, santidad, etc.) que antes le eran propias, exclusivamente a la religión y a sus manifestaciones, a la ciencia, hermanándolas y oponiéndolas a la vez, provocando que la religión reniegue en contra de esta, a la vez que , es evidente que se vale de la misma en muchos aspectos y asuntos de su supervivencia actual.


Se ha hablado, a lo largo de estas paginas, en demasía de transformaciones y ya es hora de aclarar el tema, intentando dilucidar lo que realmente son y representan para el hombre y no solo en lo que respecta a su discursividad, sino que, además como esto se traduce y concretiza en la vida misma. Entonces y desde este punto de vista, tenemos que:

  • Las transformaciones que abarcan a todas las sociedades son paulatinos, por ende muchas veces la acción de asimilar de los individuos es retardada, estas transformaciones están referidas a la evolución tecnológica, el triunfo de la economía y política capitalista en el mundo, el replanteamiento de dogmas y paradigmas, etc. Todo esto reflejado en el discurso y accionar contradictorios de los individuos. “Creo en Dios Todopoderoso, y creo en mi doctor”

  • En segundo lugar estos cambios están referidos, en este caso específico, a la religión, y la paradoja que existe entre esta y ciencia, la cual es a la vez, su más férrea enemiga y compañera, en la actualidad.

  • Sin embargo, estos cambios de “mentalidad religiosa”, son un tema transversal a toda la sociedad y a todos los individuos en lo particular y colectivo,

  • Ya que, cuestiones como la fe, antes atribuibles solo a la religión, ahora se extienden a variados quehaceres del hombre, tanto cotidianos, como en el amplio mundo de la ciencia, la filosofía, la economía o la cibernética.

  • Cuando se dice que estos cambios son “inconscientes”, nos estamos refiriendo explícitamente a que, aun la mayoría de los individuos pertenecientes a la raza humana no ha logrado dimensionar ni cuantificablemente, ni cualificablemente, lo que esto significa, y continúan defendiendo ideales en apariencia puramente religiosos y morales, pero valiéndose de métodos “exclusivamente” científicos y capitalisticos, los cuales son privativos de la ciencia, pero también lo son solo en apariencia, es por ello que Jaques Derrida, filosofo Argelino, habla de la cuestión de la fe y el saber y las concibe a ambas como indisociables e irreconciliables al mismo tiempo.

  • Además, es preciso ejemplificarlo todo en relación al fenómeno nazi en Alemania. Los alemanes utilizando sofisticados mecanismos tecnológicos para su época, valiéndose de determinados preceptos jurídicos, sociales y morales como son la consecución y posterior defensa y del espacio vital, la importancia de la pureza de la raza y la importancia del estado y su relación de jerarquía con el individuo.

Entonces: no se debe obviar que todo lo anterior se suma a la férrea concepción, que los alemanes tenían, de que Dios respaldaba sus acciones.


Desde este punto de vista es preciso reflexionar, aunque sea brevemente, sobre la cuestión del método, cuando logramos observar que las modalidades de vulneración de la indemnidad personal, o los mecanismos utilizados para apagar el “alma”, de los judíos, en este caso, no fueron ni violentos, ni brutales, es decir, se opto por la vía mas practica en donde el cuerpo no es castigado directamente, ni cercenado, ni golpeado, sino que mas bien es el alma del cuerpo la que es aniquilada, (Foucault, Michel, Vigilar y Castigar), esto nos habla del abandono de lo que podríamos llamar el hombre sacrificado como parte de la maquina (Kafka, La Colonia Penitenciaria), para pasar a un tipo de castigo que se configura a través del poder utilizado como una maquina hecha para el adoctrinamiento del cuerpo. Es notable como este tipo de castigo, producto de las nuevas concepciones de poder, castigo, obediencia y religión, se ve magistralmente reflejado en todo el aparataje tecnológico de exterminio iniciado por Reinhard Heydrich, en su tan celebre“Solución final” acerca del “problema judío”, sistema que sin violencia atacaba al cuerpo y eliminaba al hombre con un poco mas de “humanidad” que antaño.


Indemnidad personal, La cuestión de lo indemne del ser humano resume en dos palabras la complejidad que poseen los conceptos de poder, fe, religión, creer y saber, de distintos modos nos preguntamos ¿qué es lo correcto?, ¿qué significa en principio correcto? Y así sucesivamente vamos cayendo en contradicciones propias del ente racional y espiritual que somos. La eternidad es un muro infranqueable, abstracto y lejano, en cambio la muerte se siente y se sirve de nuestro miedo, he ahí el motivo por el cual nos aferramos a la materia, material de la vida: el poder, la fe, el computador y el rifle.


Si entonces el luchar contra la realidad innegable que significa morir o vivir se hace insostenible y lo imprescindible ya no es el pensar la religión, la ciencia, la maquina y el poder, lo urgente ahora es pensar en sobrevivir, no en preocuparse sino en ocuparse, porque dicen que el pre es un estado inerte, sin acción y movilidad que mata y destruye lentamente lo construido, por tanto, como resolvemos el problema, ya no es inquietud, inquietud es trabajar por la indemnidad y sacralidad del hombre como espíritu y carne (como Cristo) y buscar maneras de aceptar que el verdugo y el castigado son como la religión es a la ciencia: “amigas y enemigas, eso es un hecho innegable, la cuestión esta en SI ¿aprenderemos, encontraremos algún minuto en el universo, la reconciliación entre unos y otros?, ¿somos capaces de comprender lo que significa ser opuestos complementarios?, o viviremos para siempre en la ignorancia del pudor pueril, sin adentrarnos en lo que engreídamente nos hace humanos, además de la acción de doblegar al otro “racionalmente”, que por lo demás no es del todo una acción humana, mas que lo animal que somos, sino que AMAR por sobre todo esa indemnidad, santa, salva, sacra, heilig, holy que si nos hace únicos.

Bibliografía

  • La Colonia Penitenciaria, Kafka Franz, 1914

  • Fe y Saber, Derrida Jaques, 1995

  • Vigilar y Castigar, Foucaul, Michel (Introducción, Cap I Y 2)

* África de todos los mitos - Gutierrez - Gallardo - Tamayo

Por:

Giannina Gutiérrez

Ulises Gallardo

Fernando Tamayo



Por Ulises Gallardo

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El encuentro con el mito.

El problema de la reflexión geográfica sobre un continente tan extenso es, precisamente, la desmesurada escala del esfuerzo demandado. Un continente dividido entre 53 países, que ha sido colonizado por todas las potencias coloniales europeas, teatro de tensas confrontaciones entre las superpotencias durante la guerra fría y que aún hoy, cuatro décadas después de su descolonización, no ha logrado construir una imagen integrada y positiva de sí mismo, presenta enormes desafíos para los geógrafos.

El primero de esos es, justamente, encontrar el tono adecuado, para no repetir el error de la gran mayoría de los pensadores que se han inclinado sobre este continente, verlo como el campo de nuestros sueños y deseos, el telón en que proyectamos nuestros planes y ambiciones. Para no convertirlo una vez más, como afirma un historiador africano1, en « el maravilloso campo de experimentación africana » donde todo cabe, desde los deshechos tóxicos y nucleares hasta las semillas transgénicas y las filosofías políticas que no han funcionado nunca en ninguna parte: “todo parecía caber en un territorio cuyos habitantes no dicen que no a nada y si lo dicen nadie lo escucha ».

Los mitos legitimadores de la ocupación del espacio africano comenzaron a construirse hace mucho tiempo. Desde los primeros contactos del mundo helénico y romano con las costas mediterráneas del África, comienza a construirse la imagen de las tierras cálidas, inapropiadas para la vida humana y pobladas de seres extraños y terribles.


La exploración de las costas occidentales del continente por el mundo europeo de la Edad Media tardía fue completada por la exploración de las costas orientales llevada a cabo por los mercaderes árabes. A partir del encuentro de estos dos mundos, se consolida la imagen del continente africano como un enorme borde costero, con un interior desconocido y misterioso, hogar propicio para todas las leyendas.

La noción de territorio.


Para poder avanzar hacia una noción actual de “territorio africano”, nos resulta indispensable comenzar por la definición misma de lo que es un territorio, cómo se construye, cómo se mantiene o se transforma.


La primera observación que podemos hacer es que el territorio no está definido por las características físicas del espacio ni tampoco por los hechos que en él hayan ocurrido. Así, durante siglos, la civilización greco-latina se constituyó en torno al espacio mediterráneo; sin embargo, la Europa que fue su heredera creció hacia el norte del continente, a tal punto que, durante un largo período histórico, los países mediterráneos que fueron su cuna (Grecia, Penínsulas itálica e ibérica) pasaron a ser periferias atrasadas y dependientes de la Europa occidental y cristiana.

Así, es claro que la noción de territorio se construye básicamente a partir de la decisión de un grupo de poder de consagrar una porción de espacio geográfico a un fin determinado: Plaza fuerte, fuente de materias primas, mercado, aliado del momento; Podemos citar a Robert Sack, miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias: “La territorialidad será definida como la intención, por un individuo o un grupo, para afectar, influenciar o controlar gente, fenómenos y relaciones a través de la delimitación o el ejercicio del control sobre un área geográfica. Esta área será llamada Territorio”2, Esa es también la opinión del geógrafo francés Guy di Meo: « El territorio es una apropiación, tanto económica como política e ideológica (o sea, social) del espacio, por grupos que se dan una representación particular de ellos mismos, de su historia. »3. Sólo con posterioridad a esta decisión es que se elaboran los mitos y teorías que vendrán a legitimar esas decisiones, a construirles un fundamento histórico e incluso mitológico. “El mito es (…) un artilugio de la razón considerada a la vez en su función explicativa y en su función justificativa. El discurso mítico surge, así, de una intención científica, ya que propone una explicación. Procede, igualmente, de la intención política ya que da, al mismo tiempo, una justificación que legitima, a priori o a posteriori el compromiso bajos sus formas múltiples y a sus diferentes niveles “4. Todo esto, muchas veces sin consideración por los habitantes originales de los espacios así definidos. Es la historia de todas las expansiones coloniales, de los romanos en Europa, de los europeos en América.


En las pugnas actuales por la construcción o la transformación del espacio africano siguen operando dos imaginarios: Uno que intenta recuperar los mitos legitimadores de las sociedades anteriores a la colonización, que aunque aplastados por el dominio colonial y neo-colonial siguen operando bajo la superficie de la cultura impuesta. Otro, obedece a las lógicas de expansión, disputa y legitimación de las nuevas potencias constituidas, que ya no son sólo las europeas. Porque África era y es mucho más que tierras vírgenes: Era un mundo con su propia historia y su propia geografía; las sociedades originarias del continente tenían sus explicaciones, que no por ser sobre todo mitológicas tienen menos efecto en el mundo real, acerca de su origen y su forma de ocupar su espacio. No debemos perder de vista esto, si no queremos repetir la noción colonialista del África como espacio vacío.


La construcción del territorio.


Desde el S. XVI al XIX, la explotación económica del interior del continente africano no fue la prioridad de los europeos, que se contentaron con una política llamada “de posicionamiento”: Apertura de puestos comerciales o bases de suministros para exploraciones de más largo aliento. Los primeros intercambios se limitaban a la captura o compra de esclavos, la extracción de caucho, maderas finas, marfil y oro a intermediarios, con frecuencia mercaderes de origen árabe; no fue sino hasta la segunda mitad del S. XIX que comenzó la exploración más decidida del interior del continente. Una vez que se hizo evidente las potencialidades y la enorme riqueza que allí reposaba, se pasó a la fase de instalación de colonias, en que inmigrantes venidos de las metrópolis comienzan la explotación económica de las tierras y poblaciones africanas.


Sin embargo, esta instalación ya no se hacía sobre espacios intocados: El largo y siniestro período de la explotación esclavista había destrozado la estructura social anterior a la llegada de los europeos; una sangría de 80 a 100 millones de hombres y mujeres que habían sido extraídos por la fuerza, en dirección a las metrópolis europeas o las colonias americanas5. Los grandes imperios del interior del continente habían sido arrasados, pequeños reinos cercanos a la costa se habían fortalecido; la densidad de la población y su forma de ocupar el espacio, se habían visto alteradas, las formas de producción y las relaciones entre las diferentes sociedades habían sido profundamente afectados. Había comenzado la transformación del territorio africano por los poderes europeos.


El proceso de instalación y explotación hizo necesaria la delimitación y regularización de las instalaciones europeas, la construcción de las formas permanentes del territorio africano actual. En 1884 se cita la Conferencia de Berlín, que decidirá la repartición del suelo africano entre las potencias europeas. "La Conferencia de Berlín, convocada conjuntamente por Francia y Alemania, se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885. Las naciones asistentes fueron: Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Portugal, Suecia, Noruega y Turquía. Ningún país africano estuvo representado."6.


Por supuesto, la intención de los europeos, como las de todos los colonizadores, es de las más altruistas, llevar la civilización a los atrasados pueblos africanos, a través de la apertura para el comercio y la industria de las tierras del interior. Las escasas ganancias que pudieran obtener de este esfuerzo serían sólo una legítima compensación por sus sacrificios. El Acta firmada al fin de la Conferencia contenía siete apartados:

  1. Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus desembocaduras y países circunvecinos, con disposiciones relativas a la protección de los indígenas, de los misioneros y de los viajeros, y a la libertad religiosa.

  2. Declaración referente a la trata de esclavos y las operaciones que por tierra o por mar proporcionan esclavos para la trata.

  3. Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.

  4. Acta de navegación del Congo.

  5. Acta de navegación del Níger.

  6. Declaración relativa a la condiciones esenciales requeridas para que sean consideradas efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano, y que establecen en las relaciones internacionales reglas uniformes respecto de tales ocupaciones que, en adelante, puedan verificarse en África, y

  7. Disposiciones generales.


En un primer momento, la conferencia sirvió para resolver dos cuestiones fundamentales: Uno, la de qué potencias podían reivindicar derechos históricos sobre determinadas regiones africanas y dos, la de definir territorios que respondieran a la idea del “Imperio Colonial Continuo”. Pero este acuerdo general no cerró el proceso, sino que sólo reguló la serie de disputas que se abriría a partir de ese momento. Estas abarcaron cuatro ámbitos:

    • Las dificultades de la ocupación efectiva de los territorios definidos en Berlín;

    • Los roces que ese proceso originó entre las potencias, que tratarían de extender sus respectivas áreas de control;

    • Los nacientes procesos de resistencia de los pueblos originarios, y

    • La negociación de tratados para resolver cada uno de estos aspectos.

Desde un comienzo, las pretensiones de las diferentes metrópolis se enfrentaron: Francia, que aspiraba a constituir un eje este-oeste, entre Senegal y Gabón por el Sahara y Sudán hacia Somalia; Portugal reivindicaba derechos históricos al sur del Ecuador, entre Angola y Mozambique, y Gran Bretaña, que pretendía establecer un eje norte-sur, entre El Cairo y El Cabo por África oriental, central y austral. Este eje será el que se impondrá, tras los choques de la "crisis del ultimátum" (1890) entre Inglaterra y Portugal, y el incidente de Fashoda (1898) entre Inglaterra y Francia, los que se resolvieron con triunfos para Gran Bretaña en los dos casos.

Pero es que, tras estas disputas territoriales, habían otras diferencias: Los modos de explotación impuestos sobre las diferentes colonias no eran los mismos, sino un reflejo de los que las metrópolis aplicaban sobre su propio territorio e intentaban imponer a otras potencias. En las colonias francesas, como en su metrópoli, había una intervención mayor del Estado, mientras en las colonias inglesas el discurso económico apuntaba al predominio del mercado y las políticas liberales.


Una de las primeras consecuencias de la imposición de este nuevo ordenamiento territorial fue la destrucción de las antiguas concepciones geográficas; Para los africanos, su territorio se ordenaba a lo largo de la línea de encuentro entre las tierras desérticas del Sahel con las selvas húmedas del sur; este espacio era también el espacio del encuentro entre las caravanas de mercaderes árabes que traían productos desde el Mediterráneo para negociar con los representantes de los reinos y señoríos del sur, permitiendo así el intercambio y la circulación de bienes por todo el continente. En las costas del Océano Índico, las florecientes relaciones entre África y Asia fueron reemplazadas completamente por las relaciones entre África y Europa.


Los grandes reinos del interior, arrasados primero por el secuestro de sus habitantes para convertirlos en esclavos, son desmantelados después para integrarlos en las estructuras estatales de tipo europeo. Las sociedades segmentadas, por el contrario, son forzadas a la integración y comienzan a descubrir relaciones entre ellas y a constituir nacientes identidades. El territorio africano se transforma en una serie de puertos que conectaban zonas del interior del continente con las respectivas metrópolis, pero imponiendo una separación entre ellas a través de administraciones, leyes, costumbres e incluso lenguas diferentes.


En cada una de esas zonas, el capital impuso sus prioridades, la rápida extracción de productos agrícolas y materias primas para las metrópolis, creando también un mercado para los productos manufacturados provenientes de ellas. Este proceso fue imponiendo nuevos reordenamientos, migraciones internas, nuevos usos del suelo y nueva formas de relacionarse para las poblaciones africanas. El saqueo acelerado destruye regiones enteras, a través de la extracción de maderas finas o la apertura de espacio para los cultivos forzados. Los traslados de población y las malas condiciones de vida y trabajo diseminan pestes y enfermedades que contribuyen a diezmar la población.


Traslado de poblaciones para cultivar el cacao, el algodón o el maní, traslados de trabajadores a los puertos y ciudades que comienzan a desarrollarse, traslados de trabajadores a las minas, al diamante, al cobre, al manganeso, el carbón y el oro, migraciones a las grandes ciudades en busca de mejores condiciones: “Poblaciones enteras de la cuenca del Congo fueron completamente exterminadas, regiones forestales de ésta zona de África durablemente arruinadas. El desastre ecológico y la catástrofe demográfica no se limitan a los dos Congo: Esos males han golpeado casi todas las regiones del África colonizada: epidemias de peste espectaculares y asesinas en Madagascar, fiebre amarilla y peste en Senegal, fiebre amarilla en Costa de Marfil, sequía y hambrunas, epizootias y hambrunas, en zonas tan diferentes como el Sahel y Angola.” 7


En poco más de ochenta años, la fisonomía del continente había cambiado radicalmente. Las antiguas estructuras sociales, príncipes, marabutos, castas indígenas, son reemplazadas por las clases y capas creadas por la colonización: Burguesía comerciante y transportista en las ciudades, pequeña burguesía de funcionarios de la administración, burguesía de plantadores rurales en algunas regiones (Costa de Marfil, por ejemplo). De entre estos grupos surgirán las elites dispuestas a mantener la economía funcionando cuando las condiciones políticas hicieron imposible mantener la presencia colonial.


Porque todo este proceso no se realizó sin resistencias, ni la descolonización fue un acto de generosidad o realismo político del colonizador. La resistencia comenzó desde los primeros encuentros entre europeos y africanos; pasiva en algunos momentos, simple escapada a la selva o negativa a actuar como cargador, a pagar impuestos o a trabajar las tierras del colono o “comandante” blanco, culmina con las revoluciones declaradas de la década de los 50s, en que ya los africanos habían tomado las armas y herramientas de los colonizadores: Sindicatos y partidos, boicots y huelgas, guerrillas.


El territorio africano actual.


Dos concepciones políticas, y por lo tanto también geográficas, se enfrentan tras la independencia: La unidad panafricana de N’krumah o la emancipación en los territorios ya creados, como proponía Houphouët-Boigny. Ésta opción es la que prevalece, aunque el ideal permanece, reflejado en la creación, ya en 1963, de la Organización de Unidad Africana.


El territorio africano de hoy es una mezcla de todas las tendencias que marcaron su historia. Un modelo económico que se mantiene en ausencia de las metrópolis, gracias a los esfuerzos de elites que se identifican con ellas y con los mitos que guiaron la ocupación del continente. Esas mismas elites, sin embargo, no vacilan en recurrir a los viejos mitos del África pre colonial para asegurarse la lealtad y la sujeción de sus pueblos. Conservan las fronteras definidas en Berlín hace más de 120 años mientras multiplican las organizaciones regionales de desarrollo y cooperación: COMESA, Mercado Común para el África Oriental y del Sur; CEEAC, Comunidad Económica Para los Estados de África Central; CEDEAO, Comunidad Económica de África del Oeste; SADC, Comunidad Para el Desarrollo del África Austral; UEMOA, Unión Económica y Monetaria Oeste Africana; CEMAC, Comunidad Económica y Monetaria del África Central… Pero en la realidad, África sigue siendo proveedora de recursos humanos y productos básicos para los mercados internacionales y compradora de productos elaborados en otras tierras, que les son vendidos por los mismos que ellos pensaban haber expulsado.


Hoy día la producción agrícola pierde terreno económico, ante la mantención del proteccionismo de las metrópolis y los avances de la desertificación, como resultado de la explotación inmisericorde del suelo africano. Pero se mantienen las riquezas mineras y los conflictos de hoy son por el control del acceso a ellas: El petróleo, que protagonizó la larga y sangrienta guerra civil en Angola; los eternos diamantes, que la mantienen en forma subterránea, y el coltan8: Este mineral, desconocido para el resto del mundo, se encuentra hoy en el centro de los conflictos en el corazón mismo del África, el Congo de todas las leyendas.


Desertificación y miseria del mundo rural, aglomeración y miseria en enormes ciudades que no paran de crecer, desesperada y peligrosa emigración a las antiguas metrópolis para los más afortunados y un constante fluir de riquezas desde los puertos y aeropuertos africanos en dirección a los países “avanzados”. Las formas territoriales instaladas por los colonizadores se mantienen intactos, al punto que tal vez podríamos decir, con Jean Louis Miège, historiador francés muy vinculado al África, que: “La descolonización no representa el fracaso de la colonización. En muchos aspectos, ella señala su triunfo.”9.

1 Antumi Toasijé, Grupo de Estudios Africanos, Universidad Autónoma de Madrid

2 Robert Sack, 1986, p19. Trad. propia.

3 Guy Di Méo, "Les territoires du quotidien", 1996, p.40. Trad. propia.

4 Athanase Bopda, « De l’usage de fonds mythiques dans les remaniements territoriaux en Afrique et au Cameroun », Institut National de Cartographie, Yaoundé, Cameroun. Publicado en http://www.cgq.ulaval.ca/textes/vol_45/no_126/07-Bopda.pdf.

5 Philippe Hugon, “L'Économie de l'Afrique”, Éditions La Découverte, Paris, 2007.

6 Garcia Moreno, Julia, Universidad Complutense, Madrid, en www.mgar.net/africa/coloniza.htm

7 EKANZA Simon-Pierre, “La colonisation : un défi pour l’Afrique”, IHAAA - Université Cocody-Abidjan, Côte d’Ivoire

8 el coltan es un mineral, mezcla de colombio y tántalo, que permite que las baterías de los celulares mantengan por más tiempo su carga, ya que los microchips de nueva generación que con él se elaboran optimizan el consumo de eléctricidad. El 80% de sus reservas mundiales se encuentran en la República Democrática de Zaire. Se calculaban 3 millones de muertos en los primeros 4 años de guerra por el control de sus yacimientos. Fuente: www.afrol.news

9 Citado por Ekanza, Simon Pierre, en www.histoire-afrique.org

* Hacia una crítica de la razón científica - Mauricio Cajas

Por:
Mauricio Alberto Cajas Díaz.-

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A modo de introducción

Hoy en día, nadie que pretenda situarse dentro de los estrechos límites de lo que denominamos “normalidad”, osaría refutar la opinión especialista de un médico con respecto al diagnóstico de un paciente, ¡menos aún si este diagnóstico está apoyado por una prueba tangible como, por ejemplo, una radiografía que avale la opinión del doctor!.

De hecho, en nuestra cultura occidental, la mayoría de las personas –por no decir todos ya que puede parecer muy pretencioso- alguna vez hemos acudido a la consulta de un especialista médico buscando el alivio de algún problema físico que nos aqueja. A lo menos, hemos ingerido algún medicamento, compuesto de productos químicos de los cuales ni siquiera conocemos su procedencia ni composición.

Ninguno de nosotros encontrándose en medio de un terremoto, atribuiría ese movimiento precipitado de la tierra a fuerzas sobrenaturales o espíritus malignos que pretenden castigarnos por nuestro comportamiento como raza humana. Al contrario, nos apresuraríamos a argumentar que tales movimientos se producen por la colisión o actividad sísmica de algo llamado ‘placas tectónicas’ que se encuentran a cierta profundidad en algún punto específico de nuestro planeta, además para completar el cuadro y demostrar cuanto sabemos del mundo en que habitamos, diremos que tales placas son 12 en el mundo. ¿Quién podría resistirse a dar crédito a tal afirmación?. Sin embargo, ¿hemos corroborado en persona la existencia de tales placas?.

En ambos casos descritos anteriormente encontramos operando, de nuestra parte, una fe ciega en lo que denominamos razón científica, que para nuestros días vendría a constituir lo que constituyó la fe religiosa en otras etapas de nuestra historia, como la Edad Media. Es decir, la ciencia es la religión de nuestros días, ésta vino a entronizarse como la deidad de la Modernidad.

Esta ferviente fe se hace aún más patente en las ciencias duras que nos vienen a demostrar con cifras exactas y reales los resultados, producidos en su ámbito de estudio. ¿Quién puede dudar de la veracidad de un cifra?. ¿No es una unidad de medida lo suficientemente objetiva como para que alguien dude de ella?. Después de todo un metro representa un metro bajo cualquier circunstancia. Pero ¿quién definió tal unidad de medida?¿Bajo qué parámetros se definió?:

La Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, con el entusiasmo por lo que creían que constituía el inicio de una nueva era, trató de romper las ataduras con el orden antiguo.

Una de las principales decisiones consistió en unificar las medidas de longitud y, dependiendo de éstas, las de superficie, volumen y masa.

La comisión encargada de definir el nuevo sistema de unidades, de base decimal, estaba formada por científicos de la talla del químico Lavoisier, y de los astrónomos y matemáticos Lagrange y Laplace.

La vocación de universalidad del nuevo sistema les llevó a adoptar como a referente algo que pudiera ser considerado como propio por toda la humanidad, las dimensiones de la Tierra.

Para efectuar las medidas más precisas de nuestro planeta se comisionó a dos científicos, Delambre y Méchain, para que calcularan con exactitud la distancia entre París y Barcelona y, a partir de dicho cálculo, la longitud del meridiano terrestre.

Gracias a la tarea realizada por ambos grupos, unos años más tarde se definió la unidad fundamental de longitud, el metro, como la diez millonésima parte de la distancia entre un polo y el Ecuador.” 1

Suponiendo que el lector se encuentra de acuerdo, aunque sea en un grado mínimo, con los enunciados anteriores o a lo menos suscribe las mismas dudas, podríamos preguntarnos ¿es posible realizar una crítica a la ciencia en los fundamentos que constituyen su base o debemos seguir creyendo ciegamente en su ilimitado progreso? ¿Será la ciencia la encargada de brindarnos todas las respuestas que, como seres humanos, buscamos? ¿La ciencia está exenta de elementos políticos que pudieran sugerir algún tipo de manipulación de nuestra conciencia?. Ante esta última interrogante podríamos responder con una contra-pregunta: ¿Qué de político puede tener una fórmula matemática?, pi es 3.14159265 en cualquier lugar del mundo en que nos encontremos. ¡Pero cuidado, tal vez nos encontremos con más de una sorpresa...!

En el contexto de la Modernidad totalizante que, al parecer, cubre todos los aspectos de nuestra existencia, ya sean éstos culturales, sociales, económicos y políticos; nos encontramos entonces, en primera instancia, con el problema de determinar si existen otras formas posibles de conocer, ver y vivir el mundo.

Deconstruyendo la realidad en la búsqueda de un concepto: religión.

Si en la búsqueda de “otra realidad posible”, nos decidimos, a la manera que propone Jacques Derrida en su texto “Fe y saber”, abstraernos, o por lo menos pretender abstraernos, de todas nuestras concepciones para lograr definir un concepto que parece tan cotidiano e identificable a primera vista, como es la religión; nos encontramos con que debemos despojarnos de muchos elementos que creemos precomprender como son el idioma, la percepción espacio-temporal, la idea de ciencia, la forma de generar relaciones sociales, entre otros. En definitiva, si logramos desprendernos de todos estos elementos que son culturalmente adquiridos, despojarnos de nuestra historicidad, nos encontraremos en medio de un desierto, desnudos y/o desnudas2. Una abstracción radical podría llevarnos a lo que me arriesgaré en denominar un estado de vacío cultural.

Acerca de la abstracción del lenguaje, Derrida plantea que el idioma constituiría un punto de partida en la definición de todos aquellos elementos culturalmente adquiridos. Apelando a lo que Heidegger llama Faktum del léxico del ser, según el cual creemos precomprender el sentido de las palabras que articulan nuestro lenguaje, ¡erramos al confiar ciegamente en la fiabilidad absoluta de la palabra, en tanto lengua común de un grupo cultural!. Esto ya que el idioma es “indisociable en primer lugar del vínculo social, político, familiar, étnico, comunitario, de la nación y del pueblo”3. En otras palabras confiamos y confinamos nuestra idea de mundo al idioma. Planteado en términos más simples, el idioma no da cuenta de todos los fenómenos que apreciamos en la realidad, ya que existen particulares sensaciones, situaciones, emociones, relaciones que el idioma no puede definir. Fenómenos que un individuo no sería capaz de conceptualizar, no por falta de conocimiento de su lengua materna, sino porque simplemente ésta no contempla tal fenómeno. Al respecto, y para graficar la situación, podemos señalar que en nuestra sociedad, a los hijos de nuestros tíos y tías -que a su vez son hermanos y hermanas de nuestra madre o hermanas y hermanos de nuestro padre- los denominamos “primos hermanos”, estableciendo con ellos un mismo lazo de parentesco, ello independiente que pertenezca a nuestro grupo materno o paterno. En cambio, al estudiar desde una perspectiva antropológica ciertas sociedades cazadoras-recolectoras contemporáneas, nos sorprendemos al encontrar que el lazo de parentesco establecido con los “primos” maternos es muy diferente al que se establece con “primos” paternos, llegando incluso a permitir el matrimonio con unos y prohibiéndolo con otros. La antropología denomina “matrimonio matrilateral de primos cruzados” aquella regla de matrimonio que permite la unión del sujeto con un primo del grupo de la madre 4, sin embargo, el hecho de que la antropología lo estudie y defina no significa que tal relación se pueda extrapolar a nuestra cultura, aquella relación de parentesco no está definida en nuestro idioma. ¡Nuestros primos son nuestros primos y punto!

Pues bien, con respecto a la abstracción de la percepción espacio-temporal baste con señalar como ejemplo las diferencias radicales existentes entre el calendario gregoriano, utilizado actualmente en la mayor parte del mundo, y el calendario maya. El primero, considera la existencia de 12 meses que tienen de 28 a 31 días. El segundo, un calendario solar o haab compuesto de 18 meses de 20 días y un mes adicional de 5. 5 Además, nuestra (occidental) percepción del tiempo es más bien lineal mientras que los mayas tenían una concepción circular del tiempo: cada 52 años se cerraba un ciclo, comenzando otro donde se repetían los acontecimientos. Por lo tanto, podemos suponer que la percepción que del paso del tiempo, del acontecer, que tiene un sujeto contemporáneo difiere con creces de la percepción del maya. En este sentido, nuevamente nos encontramos con un concepto que creíamos carente de sentido político, sin embargo, podemos comprobar que la medición que hoy hacemos del tiempo fue decretado en un contexto histórico, político y social particular. Se puede historizar e interpretar, es decir, podríamos desprendernos de tal elemento.

Una vez comprobado, o así por lo menos quiero creerlo, que es posible despojarnos de nuestra realidad, o mejor dicho de los elementos que la constituyen, para la realizar una definición del concepto religión, entenderemos de mejor manera lo que nos propone Derrida al plantear que la ‘luz’ viene a ser un elemento común a todo ser humano aún en esta etapa de abstracción radical. Esta luz, aunque no sea traducible a cada lengua, se presenta a los individuos como la revelación, elemento común al ser en estado de vacío cultural, o más bien como la revelación de la “revelabilidad”. A su vez, la historicidad de la revelación tanto cristiana como islámica constituirían sólo una manifestación de tal revelación.

En este punto, citando a Kant, Derrida manifiesta que “no hay más que dos familias de religión, y en suma dos fuentes o dos matrices de la religión”6. Una, la religión de mero culto, cuya enseñanza no va más allá de la oración y el deseo, en la cual estaría inscrito el islam junto con el judaísmo. La otra, la religión moral, la que suscribe exclusivamente el cristianismo, sería la única que condiciona el accionar de los individuos en función de su salvación. La salvación depende del propio individuo y no de lo que haga Dios por él. En este sentido, Kant anunció a la modernidad la muerte de Dios.

La moralidad en la religión cristiana asume la responsabilidad racional y filosófica del individuo. Denominado por Kant como una “fe reflexionante”, el cristianismo se diferencia principalmente de la “fe dogmática” en que esta última pretende saber “por lo tanto ignora la diferencia entre fe y saber”.7

Conocimiento establecido como realidad social

En “La Construcción Social de la Realidad”, P.Berger y T.Luckmann, sostienen que el orden social con el cual se interrelaciona el ser humano es, a su vez, producto de la actividad humana. Por lo tanto, entre el hombre y su régimen cultural y social existe una relación dialéctica.

En la medida en que ser el humano repite alguna actividad con cierta frecuencia, tenderá a crear pautas que luego le permitirán realizar dicha actividad con un menor esfuerzo. Este proceso es denominado “habituación” y da paso a la institucionalización dentro del orden social. Esta institucionalización es experimentada por el hombre (y mujer) como realidad objetiva, además es presentada a las generaciones venideras y éstas en el proceso de internalización las van legitimando.

Lo anterior explicaría la forma casi natural y sumisa con que los seres humanos aceptamos lo que percibimos como realidad y que, en verdad, son instituciones que han sido insertas en el orden social y cultural en el cual somos “adoctrinados”. Hablo aquí de instituciones no tan sólo en el sentido organizacional de lo que podría ser el aparato de Estado u organismos como la iglesia, sino, también en el sentido estructural de la sociedad, como puede ser el matrimonio, la educación, la familia, la ciencia, etc.

Junto con todo lo anterior, también se va transmitiendo de generación en generación un cúmulo de conocimientos adquiridos que son entregados como verdades objetivamente válidas que, por una parte, son un producto social y, a la vez, son un factor de cambio social. Nuevamente hallamos una relación dialéctica, esta vez entre el conocimiento y su base social.

Todos estos elementos que se van transmitiendo, sufren una suerte de cosificación en el proceso, es decir, como ya se encuentran en el mundo al momento de ser entregados a un sujeto, desde la perspectiva de éste pareciera que no son producto de las actividades humanas sino que respondieran a “leyes naturales” o a cierta voluntad supra-humana. Es lo que se denomina “reificación de la realidad social”8. Al parecer, en nuestra sociedad occidental, eminentemente cristiana, en donde , recordemos, se diferencia fuertemente la fe y el saber, este ultimo expresado en la ciencia estaría padeciendo de esta reificación. Bajo esta lógica, la ciencia -entendida como cúmulo de conocimientos transmitidos- ya no estaría al servicio de la humanidad. Vivimos una deshumanización del conocimiento.

Así, hoy nos encontramos con un mundo altamente tecnologizado que, según pareciera, avanza hacia un ilimitado progreso, sin embargo este avance no es proporcional al bienestar de la humanidad. A modo de ejemplo podemos señalar el tan difundido “calentamiento global” que se debería a la quema indiscriminada de combustibles y otras actividades asociadas al proceso de industrialización.

Nos queda entonces, entender que nuestra realidad, y todos los elementos que la conforman, entre ellos nuestros conocimientos, tanto en sus técnicas como en sus métodos, pueden ser abordados de otra forma, o por lo menos de una forma más crítica.

Conclusión

Considerando los aspectos anteriores, estamos en condiciones de aventurar una afirmación que parece exenta de toda lógica en nuestro mundo actual: sí, son posibles otras formas de pensar la realidad, de articulación de las relaciones sociales, de generación de conocimiento, en definitiva, otro mundo es posible.

Además podemos concluír también, que la reificación de la razón científica, este “olvido” nuestro acerca de la relación diléctica que existe en ambas funciones del conocimiento, como producto social y como factor de cambio social; es lo que nos ha llevado a endiosar a la ciencia. Es decir que si logramos entender la razón científica como producto histórico, podríamos dejar de creer en su eterno progreso y atrevernos a criticar los fundamentos que la sostienen.

1 Raul Velasco Peláez y Daniel Climent. “Calendario republicano francés, URL: http://www.cervantesvirtual.com/historia/TH/calendario_frances.shtml#1


2 Hago esta inclusión, que pareciera ser rebuscada, para dejar de manifiesto que en nuestro idioma se hace referencia a lo masculino como si de la generalidad se hablara.


3 “Fe y saber”, Jacques Derrida.-


4 Service, Elman R. Los cazadores, Barcelona: ed.Labor, 1973.


5 Museo Chileno de Arte Precolombino. “Area mesoamericana Maya”. URL: http://www.precolombino.cl/es/culturas/mesoamerica/maya/index.php


6 “Fe y saber”, Jacques Derrida.-


7 Ibid.


8 P.Berger y T.Luckmann: La Construcción Social de la Realidad